En el pantano de San Juan (Madrid), durante una sesión acuática de wakeskate, Josep Dosta perdió sus gafas en el agua.
Un momento aparentemente sin importancia, cambió el rumbo de su vida.
Ese fue el instante en el que Dosta, campeón europeo de wakeskate y diseñador de accesorios para Inditex, se hizo una pregunta:
¿Cómo puede ser que no existan gafas que floten?
Ahí nació la semilla de Woodys.
Una marca de gafas que no estaba pensada para existir.
Su fundador tenía otro plan: irse a vivir un año a Australia, hacer surf y trabajar en un chiringuito llamado Woody’s Surf Shack (de ahí el nombre).
La vida, sin embargo, tenía otros planes.
Después de investigar, Dosta descubrió una marca austríaca de gafas flotantes hechas a mano, con precios prohibitivos.
Y tuvo una idea: crear gafas con madera reciclada de tablas de wakeskate.
Diseños originales, con alma.
Presentaron los primeros prototipos a Zara, Pepe Jeans, Sfera… a todos les encantaron.
Pero querían pagar poco. Y eso no encajaba.
Poco después, la empresa donde trabajaba cerró. Propuso a su jefe lanzar la marca juntos pero dijo que no. Y entonces, empezó de cero. Solo.
Con 12.000 € prestados por su padre (que al principio no quería saber nada del tema) y un préstamo bancario de 300.000 €, fabricó la primera colección.
Las fotos las hicieron sus amigos. Los catálogos, su familia. Y empezó a visitar ópticas una por una en Vic, su ciudad natal.
Con solo 24 años, acompañado de su hermano y una amiga, se fue a la feria Silmo de París —la más importante del sector óptico— con tan pocos recursos que no podía pagar ni los 1.200 € de la luz del stand.
Una noche, en una de las fiestas del evento, un posible cliente le soltó: “Tus gafas son una mierda. Pero me habéis caído bien. Os las compro.”
Ese pedido salvó la feria. Y su padre, viendo que aquello iba en serio, le prestó otros 40.000 €.
Estuvo 2 meses en China, encerrado en un despacho enano, comiendo arroz, bebiendo Coca-Cola y revisando una por una las 4.000 gafas que había encargado en su primera gran producción. Si la enviaban a España defectuosas, se arruinaba.
Por fin, la marca despegó.
En su primer año facturaron más de un millón de euros. En el segundo, casi dos.
Pero el tercer año llegó el golpe. Las gafas de madera dejaron de estar de moda.
Y muchos pensaron que Woodys desaparecería.
Dosta, sin embargo, decidió ir en contra de todos los consejos y evolucionar.
Apostó por acetato sostenible, colores atrevidos y diseños más ligados a la moda que al material.
Muchos dijeron que era una traición al nombre. Pero fue, de nuevo, una visión acertada.
Woodys volvió a crecer.
Y llegaron los momentos icónicos.
Taylor Swift apareció con unas puestas. Demi Lovato las llevó durante un concierto ante 40.000 personas.
En Vic, algunos pensaban que las fotos eran fake.
Pero ya no había duda: la marca había cruzado la línea de lo local a lo global.
Aquí, su fundador cuenta cómo ha logrado que estrellas de este calibre lleven su producto:
La primera en llevar unas Woodys fue Cristina Pedroche. Josep la encontró en Facebook, le escribió un mensaje y ella respondió: “Normalmente cobro… pero me gustan tanto que lo haré gratis.”
Diez años después, Woodys está presente en 15.000 puntos de venta de 70 países, fabrica 350.000 gafas el año y factura unos 18 millones de euros.
También ha lanzado una nueva línea premium, más sofisticada, llamada Atelier que mantiene la esencia de siempre: diseño con carácter y autenticidad, sin postureo.
Porque no se trata solo de flotar.
Se trata de tener el coraje de hundirte, si hace falta, para volver a salir a la superficie con algo que nadie más está haciendo.
Recomendaciones
Hace tiempo que no recomiendo una serie. Después de quedar impactada por Adolescencia, he empezado a investigar todo lo que ha hecho uno de sus creadores (además de actor), Stephen Graham. Me ha encantado Boiling Point, pero The Virtues te deja tocada por semanas. Un drama con interpretaciones magistrales que ahonda en los traumas infantiles y familiares dolorosos. Dicen que su final es de los más intensos de la historia (lo he comprobado). Eso sí, la trama tarda en arrancar y empieza a coger fuerza a partir del segundo episodio. La puedes ver en Filmin o aquí de forma gratuita.
Curiosidades
Vivimos en una época en la que prejuzgamos y rápidamente etiquetamos a la gente... ¿Y qué pasa cuando dejamos de meter a la gente en cajas? “All That We Share” (Todo lo que compartimos), es el emocionante spot de tres minutos de duración de la TV 2 de Dinamarca. Lo resume a la perfección un comentario que he encontrado del vídeo: “Todos éramos humanos hasta que la raza nos desconectó, la religión nos separó, la política nos dividió y el dinero nos clasificó”.
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