Desde pequeño, Keith Haring mostró una pasión obsesiva por el dibujo, inspirado por los cómics, los dibujos animados y la cultura pop que consumía.
Fue en Nueva York cuando empezó a darle forma a su voz artística.
Se sumergió en la escena underground, donde el arte callejero, el graffiti y la música hip-hop estaban en plena ebullición.
Inspirado por artistas como Jean-Michel Basquiat y la energía de la ciudad, comenzó a experimentar con el arte en espacios públicos.
En 1980, con tan solo 22 años, saltó a la fama al pintar en los paneles publicitarios vacíos del metro de Nueva York con sus icónicos dibujos en tiza blanca.
Su intención era llevar el arte a las calles y hacerlo accesible a todos, sin las barreras elitistas de las galerías.
Creó un estilo inconfundible (a pesar de ser arrestado varias veces).
Líneas negras gruesas, colores vibrantes y figuras dinámicas que parecen moverse en el espacio.
Pero detrás de esa aparente simplicidad, su obra está cargada de simbolismo y crítica social.
Sus trabajos abordan temas como la desigualdad, el racismo, la homofobia, el capitalismo desmedido y, más adelante, la crisis del SIDA.
Haring, abiertamente gay, usó su arte como una herramienta de activismo para concienciar sobre la epidemia que afectaba especialmente a la comunidad LGBTQ+.
Los graffitis por los que antes iba a la cárcel ahora se vendían por millones.
Incluso ilustró la portada de unos de los discos de David Bowie.
En 1986, Haring abrió el Pop Shop en Nueva York, una tienda donde vendía camisetas, pósters y otros objetos con sus diseños.
Algunos lo criticaron por comercializar su arte, pero Haring lo tenía claro.
Era su manera de democratizar el acceso al arte, permitiendo que cualquier persona pudiera poseer una obra suya, sin importar su poder adquisitivo.
Por desgracia, en 1988, a los 30 años, Haring fue diagnosticado con SIDA.
Esto le inspiró a pintar uno de sus obras más simbólicas y para muchos la más triste de la historia.
Tomó un lienzo en blanco y comenzó a hacer un mosaico.
Solo pintó la esquina y dejó que la pintura se escurriera hasta el borde.
La nombró “La Pintura Incompleta”.
Un grito silencioso contra su muerte inminente.
La dejó intencionalmente inacabada como una protesta sobre la crisis del SIDA y la falta de cura en ese momento.
Junto a la pintura, colocó un pequeño texto que decía así:
“Es sorprendente todas las cosas que uno puede hacer si vive lo suficiente. Apenas he tenido 10 años de trabajo serio. Imagínate lo que haría en 50. El progreso y la evolución sería extraordinaria. Amaría vivir hasta los 50 pero eso no parece posible”.
En 1989, creó la Keith Haring Foundation, destinada a apoyar organizaciones que trabajan en la lucha contra el SIDA y programas de arte para niños.
Haring continuó creando hasta el final de su vida, dejando un legado de más de 50 murales en hospitales, escuelas y comunidades alrededor del mundo.
Falleció el 16 de febrero de 1990, a los 32 años.
Esta obra ha generado controversia recientemente debido a que alguien ha decidido finalizarla con el uso de la IA.
Si Haring levantara la cabeza, tal vez no vería con buenos ojos ese progreso que tanto anhelaba antes de su muerte. Un progreso que (muchas veces) no respeta el arte, la cultura ni la historia.
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Curiosidades
Esta historia conmovedora que se ha hecho viral, la vi en la cuenta de Instagram de Cultura Inquieta.
Peyo, es un caballo autista que es capaz de detectar instintivamente cánceres y tumores en las personas.
No se deja acariciar por cualquiera. Elige a quién quiere aproximarse.
El caballo asoma la cabeza en la habitación y se dirige a la persona enferma que quiere visitar. Y comienza a lamer las zonas afectadas por el cáncer.
Su rutina diaria es ir al centro de oncología pediátrica y cuidados paliativos del Hospital francés de Calais, para ayudar a mitigar la ansiedad y brindar consuelo a los pacientes con cáncer.
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